Cuando vemos cualquier película que nos habla de la Antigua Roma encontramos (salvo excepciones contadas) un mismo perfil protagonista: el soldado de origen britano que, o bien se convierte en gladiador, o bien combate a los pictos. También pueden aparecer galos o germanos, pero ni huella de hispanos. Cosa rara para ser el primer lugar al que Roma llegó y el que más tiempo tardó en conquistar, más de 200 años. Muchos episodios y creaciones romanas tuvieron su epicentro en Hispania: nuestro actual calendario, la resistencia de Numancia, las Guerras Púnicas, etc. Por no hablar de hechos tan singulares como la rebelión que protagonizó Quinto Sertorio en la primera mitad del siglo l a.c y que terminó siendo una auténtica guerra civil.
El siglo I a.c fue convulso para la República Romana. Desde el final de las guerras contra los Cimbrios y los Teutones el sistema republicano comenzó a hundirse lentamente. Las principales causas del derrumbe fueron, sobre todo, las guerras civiles en la que el bando de los populares (Mario o César) apoyaba la integración total de los aliados itálicos en Roma; mientras que el bando de los optimates (Sila o Pompeyo Magno) defendía el poder total del Senado y Roma. O al menos eso mostraban en público. En esencia se trataban de confrontaciones personales sin un programa político muy profundo.
En este contexto, Lucio Cornelio Sila atacó Roma en 88 a.c, siendo el primero que rompía la ley romana, y entró en la ciudad con tropas. El autoproclamado dictador se mantuvo en el poder, perdiéndolo brevemente en 87 a.c, hasta su retiro voluntario en el 79 a.c. Mientras esto sucede en Roma, un pretor llamado Quinto Sertorio fue nombrado gobernador de la Hispania Citerior en 83 a.c. Al ser miembro del bando popular, Sila deshizo su nombramiento antes de que Sertorio tuviera tiempo de llegar a su puesto. Sin embargo, Sertorio no pensaba entregar el poder por las buenas, y se recabó el apoyo de la población de Hispania bajando los impuestos y acampando sus tropas fuera de las ciudades (con lo que evitaba problemas con los habitantes locales). Ante las noticias de que Sertorio se había hecho cargo de la provincia, el dictador romano envió un ejército en 81 a.c que derrotó al lugarteniente de del general "rebelde", Livio Salinator, obligando a este a huir hacia Mauritania (África) y refugiarse en las Islas Afortunadas (Islas Canarias).
Tras varias campañas en Mauritania, los lusitanos mandaron una embajada a Sertorio pidiendo que se hiciera cargo de sus hombres y los dirigiera en un nuevo levantamiento de la tribu. El ofrecimiento de tropas y apoyos, unido a las grandes aspiraciones de poder del pretor, le llevó a volver a la península para enfrentarse a Metelo Pío, enviado por Sila, al que durante varios años desgastó con una lucha de guerrillas y finalmente derrotó, así como a los gobernadores de la Citerior y la Narbonense.
Entre los años 77 a.c y 75 a.c Sertorio avanzó sobre la Celtiberia y el Valle del Ebro. Su paso levantó la rebelión de los celtiberos e incitó el apoyo de los hispanos romanos. En este punto, el conflicto pasó de ser un problema local a una auténtica guerra civil. Sertorio organizó lo que algunos han calificado como un intento de crear un “estado romano paralelo” en Hispania. Así estableció en Osca (Huesca) un senado y una escuela para los hijos de los jefes indígenas donde enseñaban latín y griego. Asimismo, a las tropas locales les enseñó a vestir y a luchar al modo romano.
La estrategia de ganarse a la población hispana fue vista desde Roma como una grave amenaza. En el 76 a. c, Pompeyo Magno fue enviado a enfrentarse a Sertorio, quien evitó la lucha manteniéndolo en la orilla norte del Ebro. Mientras, en el frente sur Metelo derrotó a los sertorianos y partió para unirse a Pompeyo. La situación se complicaba para Sertorio y sus aspiraciones. Desde el 75 a. c el general “rebelde” fue acorralado por Pompeyo desde el norte y este y por Metelo desde el sur. De hecho los enviados de Sila tomaron ciudades clave como Cauca (Coca) y Bilbilis (Calatayud). La situación era tal que solo dos años después, en 73 a. c Pompeyo ya controlaba Calagurris (Calahorra), Ilerda (Lérida) y Osca.
A estas alturas el dictador Sila -causa de la rebelión de Sertorio- ya se encontraba retirado de la vida pública. El general exiliado no estaba perdiendo la guerra pero ya era evidente que jamás podría ganarla. Una afición desmesurada por el vino y un humor depresivo fueron brotando en Sertorio. En el año 72, Perperna, mano derecha de Sertorio, organizó un banquete donde el general y su guardia fueron emborrachados y posteriormente asesinados. Y aunque Perperna quiso continuar la guerra, Pompeyo no tardó en derrotarlo. Algunos núcleos resistieron en el 72 a. c, entre ellos Calahorra, donde un largo asedio y la negativa de los sitiados a rendirse les llevó a practicar el canibalismo.
Así terminó la andadura del general romano que mantuvo en solitario una guerra civil contra toda Roma hasta que fue consciente de que se había convertido en un enemigo de su tierra. Un conflicto que pudo mantener con el apoyo de Hispania, quizás el territorio más importante para la República Romana en aquella época.